Lo del 2001 fue sencillamente histórico. Ningún procesionista ciezano podrá olvidar jamás la sensación de plenitud de aquella Pascua, después de comprobar hasta qué punto la experiencia de vivir la Semana Santa de Cieza había crecido en profundidad e intensidad con las dos nuevas procesiones, el Vía Crucis de la Sangre y el Descenso de Cristo a los infiernos. Joaquín Martínez tuvo el privilegio de vivir en primera persona la génesis y el desarrollo de dos proyectos que cambiaron la Semana Santa ciezana para siempre, y nos lo cuenta para honrar este aniversario.
Joaquín Martínez Sánchez
Sin duda ninguna, la Semana Santa del 2001 no
fue una Semana Santa más. Marcó el principio y el fin de muchas cosas. Ese año
representa un punto de inflexión en la concepción de cómo abordar nuevos
proyectos para nuestra querida Semana Santa. Pienso que se dio un vuelco en la
manera de actuar, y enseñó a todo el mundo que en la Semana Santa de Cieza se
sabía hacer las cosas bien, que se podían hacer proyectos de calidad y con
sentido, que por fin algunas cofradías dejaban de “ahorrarse el duro” e iban a
por lo mejor, costara lo que costara, que no era necesario hacerlo todo con
prisas. Dos hermandades dieron una lección de saber esperar, de madurar un proyecto, de estar convencidas de que
las cosas no se hacen por hacerlas, sino que todo debe tener su propósito y un porqué en el conjunto de nuestra Semana
Santa.
Así lo reconoce nuestra inolvidable Ana Mª
Ruiz Lucas, en un artículo que realiza sobre la Comisión de Arte en el Anda del
año 2011: “los años 96-97 se convirtieron
en un hito para la Comisión, se presentan los proyectos de dos procesiones
nuevas, con sus respectivos tronos, imágenes y vestuarios. Dos antiguas
advocaciones retoman del pasado, pero con aire puro.”
Como comenta Ana, todo comienza en el año 1996
con la presentación, a la recién creada Comisión de arte de la Junta de
Hermandades, de dos nuevos proyectos que se forjaron en el seno de dos grupos
de amigos distintos y espoleados por distintas motivaciones. Uno de ellos ya
consolidado, y con la necesidad de hacer algo grande para llenar el vacío que
existía en Lunes Santo; y el otro constituido por jóvenes llenos de ilusión,
que incluso crean una nueva cofradía para llevar a cabo un proyecto majestuoso,
innovador y diferente, que marca un hito revolucionario en las advocaciones
hasta entonces conocidas en la Semana Santa de todo el mundo.
Tengo que reconocer que me siento un
privilegiado por ser “partícipe activo” de ambos proyectos. Fueron años de duro
trabajo, pero llenos de ilusión. Muchos fueron los inconvenientes que se
presentaban; pero siempre a última hora, y no sin esfuerzo, encontrábamos la
solución para salvar las dificultades.
En lo referente al proyecto del Cristo de la
Sangre, el 21 junio del 1996 la Hermandad de Santa María Magdalena presentaba a
la Junta de Hermandades la solicitud correspondiente, con las argumentaciones
de la nueva procesión que tendría lugar en Lunes Santo: “…día de la Semana de la Pasión que se encuentra vacío en el
calendario de la Junta, y que tomaría una especial trascendencia con esta nueva
procesión ya que tendría una serie de peculiaridades que la hará diferente a
las demás. Se cuenta con la celebración de un solemne vía crucis en el que todo
el pueblo participará junto con la hermandad. Se desfilará de modo muy distinto
al que lo hacemos habitualmente, los anderos irán todos con el gorro de
verduguillo, circunstancia esta que unida a otra serie de innovaciones que la
hermandad está estudiando, conseguirán hacer una procesión con unas
características muy personales que pueden contemplarse dentro de cualquier otro
desfile de los ya existentes.”
Como se puede observar, ya desde el año 1996
se tenía claro cómo iba a ser la procesión. Por eso, como comentaba antes,
llama mucho la atención la paciencia que se tuvo para buscar tanto al imaginero
como al tronista para llevar a cabo el proyecto. Fue en el año 1999 cuando se
presentó el boceto de la imagen del Cristo de la Sangre, encargada al
irremplazable D. Luis Álvarez Duarte; y en el año 2000 el boceto del trono que
sería realizado en los talleres del sevillano D. Antonio Ibáñez Valles.
En consideración al otro proyecto de nueva
procesión, fue el 30 de abril de 1996 cuando tres amigos, analizando los pros y
los contras de la Semana Santa de ese año, deciden poner en valor y recuperar
la extinguida Cofradía de Ánimas, concibiendo un paso titular bajo la
advocación de “Jesús abriendo las puertas de los infiernos”.
Rápidamente, y en cuestión diez meses, ya
teníamos la hermandad fundada, y aprobados los estatutos constituyentes en los
que se detallaba cómo sería la procesión y todo su significado. De igual
manera, se tenía claro desde el principio el proyecto artístico y quién lo realizaría,
teniendo por delante cinco años para la ejecución. Ese mismo año, incluso antes
de estar constituidos como hermandad, habíamos encargado ya la imagen a D. José
Hernández Navarro. Para la realización del trono nos fue más difícil encontrar
a la persona adecuada, debido a la peculiaridad de los relieves que queríamos
que se representaran en él. Pero en el año 1999, y por “arte divino”, se nos
cruzó por el camino D. Antonio Soriano Talavera, que rápidamente nos captó la
idea y realizó los magníficos relieves que nos acompañan cada madrugada de
Viernes Santo en nuestro peculiar descenso a los infiernos.
Fue por lo tanto la ejecución de estos dos
proyectos lo que dio un salto de calidad en las formas de hacer las cosas en
nuestra Semana Santa, ese no tener prisa
por sacar más imágenes y tronos sin importar la categoría artística, como había
sucedido en las décadas anteriores. Es justo destacar, sin embargo, que otra
Cofradía, la del Stmo. Cristo del Perdón, había demostrado ya tener asumido el
cambio que había que dar recuperando lo que había caracterizado a nuestra
Semana Santa en la postguerra, cuando Cieza buscaba imagineros de primer nivel para
el encargo de nuevos pasos; así fue como, de la mano del propio Hernández
Navarro, en el año 1999 se estrenaba el paso de “El Encuentro de Jesús y María
en la calle de la Amargura”. Pero realmente considero que fueron estas dos
nuevas procesiones, el Vía Crucis de la Sangre y la Procesión del Descenso de
Cristo a los infiernos, por todo lo que implicaban la una y la otra, y por cómo
enriquecieron la vivencia de la Semana Santa en su conjunto, las que terminaron
de marcar el rumbo y enseñar el camino de realizar las cosas con paciencia, con
responsabilidad y con sentido común, lo que incluía, por supuesto, el traer a
Cieza a los mejores artistas de España.
Como también destaca Ana Ruiz en el
citado artículo de 2011:”…estos dos
bosquejos, hechos realidad en el año 2001, supusieron un antes y un después en
nuestra Semana Santa, las cofradías comenzaron a elaborar a partir de entonces
tantas modificaciones en tronos, enseres, vestuarios y nuevas imágenes que
serían imposibles de enumerar una a una.”
A partir de ese momento, y durante las
siguientes dos décadas, se sucedieron muchos encargos de las cofradías ciezanas
que resultaron en obras de primerísima calidad de los mejores imagineros de
España. Así lo prueban los pasos de “La Lanzada”, “Nuestra Señora de la
Amargura”, “La Coronación de espinas”, “Las Santas Mujeres camino del Sepulcro”,
y del “Santísimo Cristo de la Expiración”. Obras que no han venido sino a
afianzar en un nivel superlativo la imaginería procesional en la Semana Santa
de Cieza, estando incluso por encima de otras Semanas Santas de más renombre
que la nuestra.
Siempre lo digo: “DOS MIL UNO” principio y fin de muchas cosas…