ECOS DE “EL ANDA” (X) - Veinte años después

Publicada el 22/03/2021 a las 19:30
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Lo del 2001 fue sencillamente histórico. Ningún procesionista ciezano podrá olvidar jamás la sensación de plenitud de aquella Pascua, después de comprobar hasta qué punto la experiencia de vivir la Semana Santa de Cieza había crecido en profundidad e intensidad con las dos nuevas procesiones, el Vía Crucis de la Sangre y el Descenso de Cristo a los infiernos. Joaquín Martínez tuvo el privilegio de vivir en primera persona la génesis y el desarrollo de dos proyectos que cambiaron la Semana Santa ciezana para siempre, y nos lo cuenta para honrar este aniversario.



Joaquín Martínez Sánchez  

 

Sin duda ninguna, la Semana Santa del 2001 no fue una Semana Santa más. Marcó el principio y el fin de muchas cosas. Ese año representa un punto de inflexión en la concepción de cómo abordar nuevos proyectos para nuestra querida Semana Santa. Pienso que se dio un vuelco en la manera de actuar, y enseñó a todo el mundo que en la Semana Santa de Cieza se sabía hacer las cosas bien, que se podían hacer proyectos de calidad y con sentido, que por fin algunas cofradías dejaban de “ahorrarse el duro” e iban a por lo mejor, costara lo que costara, que no era necesario hacerlo todo con prisas. Dos hermandades dieron una lección de saber esperar, de madurar un proyecto, de estar convencidas de que las cosas no se hacen por hacerlas, sino que todo debe tener su propósito y un porqué en el conjunto de nuestra Semana Santa.

Así lo reconoce nuestra inolvidable Ana Mª Ruiz Lucas, en un artículo que realiza sobre la Comisión de Arte en el Anda del año 2011: “los años 96-97 se convirtieron en un hito para la Comisión, se presentan los proyectos de dos procesiones nuevas, con sus respectivos tronos, imágenes y vestuarios. Dos antiguas advocaciones retoman del pasado, pero con aire puro.”

Como comenta Ana, todo comienza en el año 1996 con la presentación, a la recién creada Comisión de arte de la Junta de Hermandades, de dos nuevos proyectos que se forjaron en el seno de dos grupos de amigos distintos y espoleados por distintas motivaciones. Uno de ellos ya consolidado, y con la necesidad de hacer algo grande para llenar el vacío que existía en Lunes Santo; y el otro constituido por jóvenes llenos de ilusión, que incluso crean una nueva cofradía para llevar a cabo un proyecto majestuoso, innovador y diferente, que marca un hito revolucionario en las advocaciones hasta entonces conocidas en la Semana Santa de todo el mundo.

Tengo que reconocer que me siento un privilegiado por ser “partícipe activo” de ambos proyectos. Fueron años de duro trabajo, pero llenos de ilusión. Muchos fueron los inconvenientes que se presentaban; pero siempre a última hora, y no sin esfuerzo, encontrábamos la solución para salvar las dificultades.

En lo referente al proyecto del Cristo de la Sangre, el 21 junio del 1996 la Hermandad de Santa María Magdalena presentaba a la Junta de Hermandades la solicitud correspondiente, con las argumentaciones de la nueva procesión que tendría lugar en Lunes Santo: “…día de la Semana de la Pasión que se encuentra vacío en el calendario de la Junta, y que tomaría una especial trascendencia con esta nueva procesión ya que tendría una serie de peculiaridades que la hará diferente a las demás. Se cuenta con la celebración de un solemne vía crucis en el que todo el pueblo participará junto con la hermandad. Se desfilará de modo muy distinto al que lo hacemos habitualmente, los anderos irán todos con el gorro de verduguillo, circunstancia esta que unida a otra serie de innovaciones que la hermandad está estudiando, conseguirán hacer una procesión con unas características muy personales que pueden contemplarse dentro de cualquier otro desfile de los ya existentes.”

Como se puede observar, ya desde el año 1996 se tenía claro cómo iba a ser la procesión. Por eso, como comentaba antes, llama mucho la atención la paciencia que se tuvo para buscar tanto al imaginero como al tronista para llevar a cabo el proyecto. Fue en el año 1999 cuando se presentó el boceto de la imagen del Cristo de la Sangre, encargada al irremplazable D. Luis Álvarez Duarte; y en el año 2000 el boceto del trono que sería realizado en los talleres del sevillano D. Antonio Ibáñez Valles.

En consideración al otro proyecto de nueva procesión, fue el 30 de abril de 1996 cuando tres amigos, analizando los pros y los contras de la Semana Santa de ese año, deciden poner en valor y recuperar la extinguida Cofradía de Ánimas, concibiendo un paso titular bajo la advocación de “Jesús abriendo las puertas de los infiernos”.

Rápidamente, y en cuestión diez meses, ya teníamos la hermandad fundada, y aprobados los estatutos constituyentes en los que se detallaba cómo sería la procesión y todo su significado. De igual manera, se tenía claro desde el principio el proyecto artístico y quién lo realizaría, teniendo por delante cinco años para la ejecución. Ese mismo año, incluso antes de estar constituidos como hermandad, habíamos encargado ya la imagen a D. José Hernández Navarro. Para la realización del trono nos fue más difícil encontrar a la persona adecuada, debido a la peculiaridad de los relieves que queríamos que se representaran en él. Pero en el año 1999, y por “arte divino”, se nos cruzó por el camino D. Antonio Soriano Talavera, que rápidamente nos captó la idea y realizó los magníficos relieves que nos acompañan cada madrugada de Viernes Santo en nuestro peculiar descenso a los infiernos.

Fue por lo tanto la ejecución de estos dos proyectos lo que dio un salto de calidad en las formas de hacer las cosas en nuestra Semana Santa, ese no tener prisa por sacar más imágenes y tronos sin importar la categoría artística, como había sucedido en las décadas anteriores. Es justo destacar, sin embargo, que otra Cofradía, la del Stmo. Cristo del Perdón, había demostrado ya tener asumido el cambio que había que dar recuperando lo que había caracterizado a nuestra Semana Santa en la postguerra, cuando Cieza buscaba imagineros de primer nivel para el encargo de nuevos pasos; así fue como, de la mano del propio Hernández Navarro, en el año 1999 se estrenaba el paso de “El Encuentro de Jesús y María en la calle de la Amargura”. Pero realmente considero que fueron estas dos nuevas procesiones, el Vía Crucis de la Sangre y la Procesión del Descenso de Cristo a los infiernos, por todo lo que implicaban la una y la otra, y por cómo enriquecieron la vivencia de la Semana Santa en su conjunto, las que terminaron de marcar el rumbo y enseñar el camino de realizar las cosas con paciencia, con responsabilidad y con sentido común, lo que incluía, por supuesto, el traer a Cieza a los mejores artistas de España.

            Como también destaca Ana Ruiz en el citado artículo de 2011:”…estos dos bosquejos, hechos realidad en el año 2001, supusieron un antes y un después en nuestra Semana Santa, las cofradías comenzaron a elaborar a partir de entonces tantas modificaciones en tronos, enseres, vestuarios y nuevas imágenes que serían imposibles de enumerar una a una.”

A partir de ese momento, y durante las siguientes dos décadas, se sucedieron muchos encargos de las cofradías ciezanas que resultaron en obras de primerísima calidad de los mejores imagineros de España. Así lo prueban los pasos de “La Lanzada”, “Nuestra Señora de la Amargura”, “La Coronación de espinas”, “Las Santas Mujeres camino del Sepulcro”, y del “Santísimo Cristo de la Expiración”. Obras que no han venido sino a afianzar en un nivel superlativo la imaginería procesional en la Semana Santa de Cieza, estando incluso por encima de otras Semanas Santas de más renombre que la nuestra.

Siempre lo digo: “DOS MIL UNO” principio y fin de muchas cosas…


En este enlace podrás leer el artículo en pdf: https://drive.google.com/drive/folders/1KfsDR92DjjDHNpg04p0apgC7WBB3EZxV?usp=sharing

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