DESCRIPCIÓN
Una Procesión intimista y austera, en la que todas las luces se apagan al paso de la Procesión, al tiempo que los ruidos y conversaciones de la vida en la ciudad cesan absolutamente. Precedido por las dos larguísimas hileras del Tercio de nazarenos vestidos de negro, con velones encendidos, desfila en su trono el Santísimo Cristo de la Agonía, acompañado por un tambor destemplado y por una pequeña orquestina de violines, que interpreta piezas de música clásica tales como la Serenata Nocturna de Mozart, el Aria de la Suite en Re de Bach o el Adagio de Albinoni. A su llegada a la plaza, el Paso irá avanzando entre las dos hileras de nazarenos, que aguardan rodilla en tierra, hasta que vuelve a entrar en la Basílica de la Asunción.
PECULIARIDADES, INTERÉS DEL DESFILE Y RECOMENDACIONES
Una propuesta estética de perfiles propios, intensamente románticos,
caracteriza la Procesión del Silencio de Cieza, merecidamente considerada uno
de los puntos culminantes de la Semana Santa.
La peculiar puesta en escena, con esa oscuridad absoluta y ese silencio
solo quebrado por la dulce música de violines que acompaña al Cristo, resulta
extraordinariamente seductora para el público que con razón cautivó a Don Ramón
Sánchez Parra hasta el punto de que, en 1943, la reprodujo en Murcia en su
literalidad, con la Cofradía del Santísimo Cristo del Refugio.
Aunque toda la Procesión resulta íntima y edificante, para cualquier
visitante es ineludible la asistencia a dos momentos fundamentales por razones
muy distintas. La salida del Cristo vendrá precedida por la progresiva llegada
a la Plaza del Ayuntamiento de un sinfín de personas que la llenarán
absolutamente antes de que, a las doce de la noche, todo quede a oscuras y se
abra el portón de la Iglesia para que los nazarenos de la Cofradía se vayan
haciendo paso entre el gentío. En cuanto aparezca en el umbral el Stmo. Cristo
de la Agonía, una de las obras de magisterio absoluto del gran escultor
González Moreno (1941), la sombra de la Cruz comenzará a trepar por la fachada
de la Basílica de la Asunción.
Por otro lado, la entrada resulta también estremecedora, porque, aunque
acontezca bien entrada ya la madrugada, son centenares de personas las que no
quieren perderse la llegada de la Cofradía a la Plaza y el emocionante momento
en que los nazarenos se arrodillan para que pase el Cristo entre ellos, siempre
arrullado por la música de violines, hasta recogerse en la Basílica.
Que esta Procesión se haga posible y mantenga intacto su espíritu se debe no sólo al empeño de la Cofradía, sino al de todo el pueblo, en primer lugar por el espectacular silencio que preside en desfile, y, en segundo y casi más importante, porque, aunque las autoridades municipales colaboran apagando el alumbrado público, no hay un solo domicilio con la luz encendida, un solo comercio que haya olvidado, a la hora del cierre, que esa noche pasa el Señor de la Agonía y hay que dejar todo apagado.